10 famosas pinturas que evocan el amor y la sensualidad
18/02/2019
Cortesanos, reyes, esclavos, pintores, intelectuales, presidentes, gobernadores, emperadores, carceleros y gente común, disfrutaron y disfrutan el amor y la sensualidad de una caricia en cualquier momento. No hay que esperar mucho para saber que alguien nos atrae de un modo que ninguna otra persona lo hace, y cuando nos damos cuenta que algo ocurre no lo controlamos, no podemos remediarlo con nada. Si está prohibido intentamos ocultarlo, pero los poros transpiran esa pasión que intentamos resguardar bajo miradas y pláticas casuales. De lo único que nos damos cuenta es que sentimos algo diferente por esa persona, algo que no cabe en una definición exacta: sensualidad, atracción, amor y pasión podrían conjugar los sentimientos múltiples que tenemos por nuestro nuevo amor.
Esa es tal vez una de las escenas más míticas y duraderas en nuestra cabeza. Una escena donde dos miradas se unen y conjugan un nuevo espíritu de pasión que nos hacen pensar que el amor existe. La sexualidad es clave, el acercamiento fundamental y poco a poco, nos damos cuenta de que no podemos escapar ante el hechizo de cupido. Es evidente a simple vista, porque como diría el cantante John Paul Young, "el amor está en el aire". Los demás, testigos del romance que los transforma, simplemente sonreímos cuando vemos que el otro es feliz, porque su felicidad también nos invade y nos hace plenos al menos por un instante. El pretexto del amor y la sensualidad se convierte en la mejor obra de inspiración para las artes; escritores, pintores, escultores y poetas hacen odas al amor, a esa pasión que no se oculta y que se demuestra con una simple mirada que transforma a las personas y las hace felices.
Te presentamos las pinturas que demuestran mejor que ninguna otra, el amor y la sensualidad.
Girando sobre la noche oculta, Egon Schiele
En las pinturas de este artista expresionista, los cuerpos desnudos de hombres y mujeres representan sensualidad desbordante. Los planos se segmentan y las líneas se fracturan para mostrarnos figuras desnudas llenas de erotismo. Con sus pinturas que parecieran espasmos, las contorsiones tienen escenas masturbatorias y signos de autoafirmación que pelea contra el pudor moralista de la época. El público se convierte en testigo de un erotismo herido y replegado sobre sí, y así capta los límites de la condición humana.
El sueño, Pablo Picasso
Con su estilo, Pablo Picasso representa una mujer que duerme recostada sobre un sillón con el rostro partido en dos y los senos descubiertos. El rostro sensual que se dibuja entre trazos cubistas es de la mujer que la vuelve loco: Marie-Thérèse Walter, su musa, su inspiración a quien le doblaba la edad. El contenido erótico de su pintura es notable a simple vista, incluso muchos lo acusaron de pintar un pene erecto en la cara de su musa, simbolizando el propio.
Los amantes en las lilas, Mark Chagall
Entre los sueños y el folclor, Chagall desarrolló un estilo distintivo muy personal. Se acercó a muchos movimientos como el fauvismo, el cubismo, el expresionismo y el surrealismo, pero se mantuvo coherente y fiel a lo que buscaba hacer desde el principio. En sus pinturas siempre demostró el amor por su mujer, Bella, el encuentro por la vida parisina y la excelsa relación con su madre. Siempre buscó reflejar el amor en éxtasis como en esta obra, absortos y profundamente enamorados. Apostó al 100 por ciento por el amor, emoción triunfante ante los obstáculos de la vida. En una ocasión dijo “A pesar de todos los problemas de nuestro mundo, en mi corazón nunca abandoné el amor en que fui criado o la esperanza del hombre en el amor".
La novia judía, Rembrandt van Rijn
Un retrato que oculta a sus protagonistas en el misterio de no saber quiénes son, algunos aseguran que se trata de los personajes del viejo testamento: Isaac y Rebeca. Esa ambigüedad de la pintura es la misma que le da un carácter de amor universal, en el que la ternura desborda ante el artista. Ambos demuestran el amor tierno que en ese entonces se procuraba ante la vista de extraños. Se miran con sigilo y sin que nadie se dé cuenta, se observan con gran romanticismo.
Pigmalión y Galatea, Jean-Léon Gérôme
Con alto dominio del color y técnica pictórica, Jean-Léon Gérôme crea una pintura que recrea el mito griego en el que Pigmalión, rey de Chipre, busca a su mujer perfecta para contraer matrimonio pero como no encuentra a una, decide crear esculturas preciosas para compensar la ausencia de una mujer real. Sus creaciones son tan bellas que se enamora de una de sus estatuas y con la ayuda de Afrodita, sueña que su mujer cobra vida, "al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado con temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos", cuando despertó, Afrodita se conmovió tanto que la hizo real.
El beso, Gustav Klimt
Un beso lleno de pasión que nos parece el momento cumbre del amor es lo que parece suceder en esta pintura, pero no es así. Estudios recientes aseguran que se trata de una interpretación del mito de Ovidio, Apolo, maldecido por Eros por burlarse de él. Disparó una flecha de oro a Apolo, quien se volvió loco de amor por Dafne, a quien Eros disparó una flecha que provocaba desprecio y desdén. Cuando él intentó acercarse a ella, Dafne pidió auxilio y su padre la convirtió en laurel. Según esta teoría, El Beso de Klimt representa el momento exacto en el que Apolo la toma fuertemente con sus manos, lleno de deseo y pasión, mientras ella está a punto de cambiar de forma.
Enamorados, Pierre Auguste Renoir
Esta escena es protagonizada por la actriz Henriette Henriot y el pintor Franc-Lamy, quienes, envueltos en una atmósfera natural, representan las tonalidades básicas del impresionismo. Ella sonríe sin querer con la fuerza de saber que alguien los pinta, mientras que él la mira detenidamente, capturado por su belleza, anclado a su cuerpo del que parece no poder alejarse por más esfuerzo que haga.
Los amantes, René Magritte
Un amor frustrado, tema común en la pintura de Magritte, es lo que observamos en esta obra. Una barrera con una tela blanca se forma ante los rostros de dos amantes que necesitan las caricias íntimas del otro, un beso que se transformaría en pasión, frustración y soledad. Algunos aseguran que Magritte en realidad intentó mostrar la naturaleza real de casi todas las relaciones íntimas.
Los felices azares del columpio, Jean-Honoré Fragonard
Llena de simbolismo, esta obra habla sobre una relación extramarital de la joven que se columpia mientras su marido empuja, abajo del lado izquierdo, un hombre, escondido entre los matorrales, no sólo espera a su amante, también observa bajo su falda cada que ella se mece en el columpio. El marido queda relegado a la sombra y ella, feliz, mira a su amante. Pertenece al siglo 18, con estilo Rococó.
El sueño, Gustave Courbet
Este cuadro fue un encargo del diplomático turco Khalil Bey, en el que Courbet representa una de las primeras escenas lésbicas de la historia. El pintor decide representar a las mujeres como en realidad son, sin una idealización de su cuerpo. Ellas duermen entrelazadas en un sueño profundo. La luz es el elemento central de esta obra, pues hace que los cuerpos resalten y acentúa el erotismo de la composición. Courbet fue uno de los pintores más polémicos por sus desnudos en el arte, como su pieza El origen del mundo, en la que una vagina ocupa todo el cuadro.