Las mejores 9 obras de Rufino Tamayo
09/05/2019
Rufino Tamayo vivió por y para el arte: más de mil óleos, 452 obras gráficas, 358 dibujos, 21 murales, 20 esculturas, un vitral.
Una vida que pasó a la gloria como uno de los artistas mexicanos más importantes en la historia del país. Al contrario de los muralistas mexicanos de su época, que transmitían mensajes políticos en sus obras, Tamayo prefirió centrarse en escenas del México tradicional, real y prescindir de las posturas políticas para darle voz al pueblo mexicano de una manera mucho más natural. «Soy muy mexicano, no tiene remedio. En donde he estado, lo que me alimenta es México», dijo para expresar su evidente compromiso con su país, lo cual es notorio en el espíritu de su arte.
Sin embargo, también es evidente que Tamayo jamás puso su plástica al servicio de interés alguno más que el simple hecho de crear, expresar y trascender con lo que hizo, más allá de pensamientos políticos o sociales. Como él mismo diría: «¡Pobre del arte si está comprometido! Si está al servicio de otras cosas, ya no tiene su calidad principal».
A continuación conoce las obras que han hecho que Rufino Tamayo haya pasado a la historia como uno de los referentes del arte realizado en México para el mundo.
“El hombre ante el infinito” (1950)
Tamayo siempre se sintió fuertemente atraído por el misterio de las galaxias, los planetas, las estrellas y la ciencia cósmica en general. La pintura es una especie de universo propio que se rige bajo sus leyes y que se alimenta de la imaginación del pintor que, a su vez, es otra especie de galaxia llena de infinitos misterios. Tamayo lo comprendió muy bien y plasmó dicho sentimiento en esta obra que brilla por la evidente fascinación del hombre por descubrir lo que se aloja en la inmensidad del mar estelar.
“Tres personajes” (1970)
Esta obra está considerada como uno de los máximos ejemplos de la etapa de mayor madurez artística de Tamayo. Representa a un hombre, una mujer y una figura andrógina de aspecto impreciso. Este cuadro tiene una particular historia detrás: fue robado en 1987 y hallada hasta 2003 en un contenedor de basura por la ciudadana neoyorquina Elizabeth Gibson.
“La gran galaxia” (1978)
El protagonista de esta obra, que observa las galaxias con profunda admiración desde algún lugar de la Tierra, es muestra palpable de la posición que para Tamayo ocupaba el hombre en el plano del Universo: un ser diminuto, en perpetua incógnita sobre lo que hay más allá de las estrellas. En esta obra se hace evidente la mezcla entre el arte precolombino que tanto fascinó a su autor con las corrientes europeas de vanguardia.
“Retrato de Olga” (1964)
Olga Flores Rivas se convirtió en la mujer de Tamayo en 1934. A partir de ese momento, ella aparecería de manera constante en varias de las obras del artista oaxaqueño, convirtiéndose en su musa. Gracias a sus habilidades en los negocios y en las relaciones públicas, ayudó a su marido a impulsar su carrera en el plano internacional. Esta pintura fue un regalo de Tamayo a Olga en su aniversario número 30.
“El Universo” (1982)
El vitral de Tamayo está ubicado en el Planetario Alfa, en Monterrey, Nuevo León. Se realizó para conmemorar el décimo aniversario de este sitio. Se trata de una pieza de 7.5 m de ancho x 8.30 m de alto que se hizo para representar la bóveda celeste, una de las obsesiones de Tamayo que, como ya hemos visto, reflejó en gran parte de su obra. Está hecha por completo de vidrio y tiene un peso de 10 toneladas. A principios de 2017, el Planetario Alfa sufrió un incendio del que, por fortuna, logró salir sin daños considerables este vitral de Tamayo.
“Niños jugando con fuego” (1947)
Rufino Tamayo siempre estuvo convencido de que la Revolución Mexicana trajo más dolor a los mexicanos que justicia o liberación. Este sentimiento queda impreso en la presente obra, en la que dos niños se incendian por el fuego generado por ellos mismos. Es una alusión al futuro que les esperaría a las generaciones que heredarían las penas de un país, hasta la fecha, devastado por la impunidad, la corrupción y el oportunismo de las clases dominantes. Las tendencias expresionistas son bastante visibles en esta obra.
“Dualidad” (1964)
Este impresionante mural está alojado en el Museo Nacional de Antropología, en el vestíbulo Jaime Torres Bodet. Inspirado en la cosmogonía náhuatl, Tamayo plasma en esta obra las dualidades de la lucha entre el bien y el mal, la luz contra la oscuridad, la bondad frente al odio. Es un cruento enfrentamiento entre el Dios Quetzalcóatl –representado por la serpiente turquesa de la izquierda-, y el Dios Tezcatlipoca –representado por el furioso jaguar de la derecha. Las tonalidades contrarias, rosado contra azul, son el día y la noche.
“Fraternidad o el Fuego creador” (1968)
El 29 de octubre de 1971, Rufino Tamayo y su esposa donaron en nombre del pueblo mexicano, el mural “Fraternidad o el Fuego creador” a la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. La idea del mural es representar la unión de los pueblos de la Tierra (las figuras humanas tomadas de la mano) y el fuego en el centro es el símbolo del amor que idealmente debería ser el motor de las decisiones del mundo y la política. Representa una enorme muestra visual y espiritual de la fuerza del alma humana para modificar los grandes problemas a los que la humanidad se enfrenta a diario.
“Animales“ (1941)
Esta furiosa obra representa, para ojos de varios expertos, el mundo convulsionado por la violencia y las múltiples muertes durante la Segunda Guerra Mundial. Los lobos son la guerra, el odio que azotaba al mundo en aquel periodo; el rojo en su parte baja es la sangre que se derramaba a raudales en los campos de batalla, y los huesos en la parte inferior, los miles de soldados muertos que daban su vida por defender a su nación.
Si te dedicas a la pintura en específico o al arte en general, Rufino Tamayo tiene para ti valiosos consejos que te serán muy útiles para tu obra. Conoce en este espacio cuál es el legado cultural del artista nacido en Oaxaca.