El artista mexicano Fernando Sica ha creado una alucinante experiencia inmersiva de arte digital con proyecciones de 'light painting' realizadas en tiempo real.
En 1943 el pintor norteamericano Jackson Pollock tuvo su primera exposición individual en la AoTC Arts of This Century Gallery, espacio curado y fundado por su amiga y mecenas Peggy Guggenheim. Su obra —pilar del expresionismo abstracto— sorprendía por el grado de experimentación que manifestaba y por arriesgarse a innovar el lenguaje pictórico, no desde los temas y técnicas que legitimaron los manifiestos vanguardistas, sino desde una comprensión del pigmento como ente "vivo" capaz de ser un cómplice con el artista y el azar. Así nació el dripping, goteo de la pintura para que sus salpicaduras se distribuyeran libremente a través del lienzo, generando composiciones impredecibles que el artista dirigía con intuición y espontaneidad.
La noción action painting de Pollock ha influenciado la producción de artistas contemporáneos como Heather Hansen, cuyo trabajo plasma el movimiento puro, la expresión del cuerpo desde la intimidad a través de performances en los que la "pintura" ocurre mientras baila con carboncillos en sus pies y manos, mientras el compás de sus movimientos queda registrado en una tela de grandes dimensiones, convirtiéndolo en el lienzo de su propia presencia, el registro de ella misma. Pero Heather Hansen no sólo ha logrado dibujar la danza, sino también a entender a la acción como creación artística. Esa es su obra.
Ésta es la inspiración para Rimiyoho, un proyecto que invita al espectador a convertirse en testigo del proceso de realización de una pintura en vivo, que se proyecta además en un mapping sobre grandes escenarios y edificios del espacio público. Sus instalaciones multimedia de light painting destacan por ser pintura en movimiento, una experiencia sensorial a partir de proyecciones de realidad virtual y videos 360 que permiten a los amantes del arte rodearse por piezas creadas exclusivamente para ser experimentadas a través de su presencia.
Rimiyoho reinterpreta la pintura como un lenguaje capaz de independizarse del lienzo tradicional y transformarse en una expresión libre de colores mediante cualquier soporte, como sus alucinantes instalaciones y murales que cobran vida en dimensiones que nos rebasan. Así, el grafiti digital creado por Rimiyoho nace de una herramienta digital, pero conserva y respeta la esencia análoga de la pintura: el trazo del dibujo guiado por la intuición.
Su obra se compone de "grafitis botánicos" como nombra al acto de lograr que flores, plantas y jardines crezcan en las paredes, pero también le interesa retar los límites de lo posible y trasladar paisajes acuáticos a la superficie , así como "pintar" mandalas y fantásticas criaturas gigantes que se apropian del espacio. Como artista urbano, mantiene el misterio del anonimato del autor, ya que durante las acciones, Rimiyoho oculta su rostro y se describe como un hechicero de luz misterioso que se comunica y expresa con la luz, pero prefiere mantener su nombre en la sombra para ser libre.